Primeros desengaños amorosos
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Pausa

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Los consejos de mi abuelo facho

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Once y media de la mañana. Lucas y Alex juegan en el arenero, durante el recreo largo. Alex, más retraído que de costumbre, espera el momento propicio para confesarle algo a su amigo.

ALEX.- (con tacto) Sentáte acá en la arena, que te tengo que decir algo importante.

LUCAS.- ¿Te cagaste de nuevo, Alex? Yo te dije que no te comieras esa Rodhesia del suelo…

ALEX.- No, más importante.

LUCAS.- A la pipeta, qué nervios tenés en las manos…

ALEX.- (ruborizado) Me parece, Lucas, que siento algo por vos.

LUCAS.- Algo de qué… (a la defensiva) Ojo con lo que vas a decir.

ALEX.- No te calentés, es lo único que te pido. Entendé primero lo que me cuesta, con cinco añitos, tener que decir esto por primera vez.

LUCAS.- Yo entiendo lo que quieras, pero tené cuidado con lo que vas a decir porque te parto la cabeza con la hamaca. ¿Algo como qué, sentís?

ALEX.- Una admiración muy grande, casi devota… (Sopesando cada palabra) Ganas de mirarte todo el tiempo y de hablar como vos… En casa hago tus mismos gestos, y te nombro toda la tarde. Mi mamá está escorchada de escuchar “Lucas esto” y “Lucas aquello”…

LUCAS.- Me halaga, Alex, me halaga… (orgulloso) El pediatra le dijo a mi vieja que yo tengo pasta de líder. No seas persecuta que es eso, nomás…

ALEX.- No, no es eso, Lucas… No nos engañemos. (Duda, traza en la arena símbolos con el dedo) Yo… en ocasiones…

LUCAS.- ¿Ves muertos?

ALEX.- No, boludo. Yo en ocasiones tengo ganas de darte besos. (Pausa) De que nos revolquemos en el arenero sin que nos importe el qué dirán las otras madres, tengo ganas de tocarte el pito, tengo ganas…

LUCAS.- (Interrumpe con furia, levantándose) ¡Calláte, puto del orto!

ALEX.- ¡No te vayas, me partís el corazón! Por lo menos escucháme. Si no te lo digo una parte de mí se muere…

LUCAS.- Está bien, te oigo. (Vuelve a sentarse en la arena) Pero no digas más la palabra ‘pito’ en estas circunstancias. Y no hables como una nena. Tratá de controlarte. Yo te escucho, pero si me das vergüenza me voy.

ALEX.- (con los ojos en el suelo) La primera vez que te vi, hace casi tres años, fue acá, en este mismo jardín… Te estabas comiendo las hormigas del patio, en aquel rinconcito del bebedero, con esa picardía tuya de dueño del mundo.

LUCAS.- ¡Lo hacía para calentar a las nenitas de sala rosa, boludo! No para calentarte a vos. ¿Vos te pensás que me gusta comer hormigas?

ALEX.- Tardé tres días en animarme a hablarte, a decirte algo.

LUCAS.- Porque sos un tímido.

ALEX.- No, en este caso porque me daba vergüenza mi media lengua. Pero lo superé y una tarde te encaré a la salida. ¿Vos te acordás?

LUCAS.- No.

ALEX.- Te pregunté: “Guta a panté dadosa?” Y vos me dijiste que sí.

LUCAS.- ¿Qué me preguntaste? Ya me olvidé de ese idioma…

ALEX.- Si te gustaba la Pantera Rosa.

LUCAS.- (ofuscado consigo mismo) Tendría que haber captado el componente homosexual de esa pregunta. ¡Seré boludo…! (Tirando un puñado de arena al césped) Uno se pasa tres años de su vida regando una amistad que sospecha es una semilla de ombú, robusta y longeva, y lo que cosecha es una rosa rococó… ¡Qué vida de mierda!

ALEX.- (Haciendo puchero) ¡No me digas eso, Lucas! No soportaría que me rechaces…

LUCAS.- ¡Yo quería un amigo, Alex! (Se levanta, gesticula mientras habla) Es importante tener un amigo de toda la vida. Primero el jardín, después la escuela, después la colimba, siempre juntos por todas las veredas de la vida… Conocer juntos las drogas blandas y las duras, los prostíbulos de Luján, la velocidad de los citroens con motor de dodge… Más tarde, ¡Buenos Aires! La facultad de derecho, tardes al sol en la plaza Retiro mirando los culitos de las sirvientas del interior, hasta que nos peleamos por la misma mina y pasamos diez años sin hablarnos, y retomamos ya cuando nos estamos quedando solos, divorciados, para emborracharnos y salir de putas… (Con los ojos llorosos, se desabrocha la bragueta y saca el pito) ¡Eso quería de vos!

ALEX.- (sorprendido) ¿Qué hacés, Lucas?

LUCAS.- Te estoy meando. (El chorrito sale sin ganas, mojando la cabeza de Alex.) Es mi forma de rechazarte. No sé por qué lo hago, pero me siento mejor. No te muevas.

ALEX.- (Abriendo la boca, excitado) Meáme, meáme… Me gusta sentir tu calor.

LUCAS.- (Con asco) ¡La concha de tu hermana, estás enfermísimo! Ahora no te meo más, ahora te hago el vacío… (Se sube el pantaloncito y comienza a irse de la escena) Yo quería ser el Diego y que vos fueras mi Guillote… ¡Y me saliste más puto que Pipo Pescador! (Se aleja.)

ALEX.- (Desgarrado) ¡No te vayas, Lucas!

LUCAS.- (en off, desde donde no lo vemos) ¡Hacéte tratar, maricón!

(Alex se queda solo en el escenario, invadido de una genuina tristeza. Con las manos, lenta, automáticamente, se refriega el orín de Lucas por todo el cuerpo, como un ritual pagano o como una cremita protectora.)

ALEX.- (Apretando fuerte en un puño un lamparón de pis en su corbatín) Este delantalcito no me lo lavo nunca más. ¡Nunca más!

(Telón)

Hernán Casciari