La Sofi ahora está pachucha, con un ojo a la miseria, pidiéndole perdón al padre a los gritos desde la pieza (no porque esté arrepentida, sino porque tiene miedo que el otro venga y la vuelva a fajar).
Yo lo que no entiendo del Zacarías es cómo tiene el alma tan noble para algunas cosas, y sin embargo es capaz de reventar a patadas a sus hijos y después irse tan tranquilo. Pero bueno, se ve que el semidesnudo de la nena, en su escala de valores, es más grave que la miseria cotidiana…, esa seguro que la asimila mejor.
Hablando de asimilar: el que sí se asustó mucho fue el yanqui que estaba mirando a la Sofi despelotarse, porque cuando el Zacarías apareció y vio el espectáculo, la cagó a trompadas en directo para las cámaras. ¡Pobre yanqui! Ahora se debe pensar que acá somos todos unos indios. Me voy a entregar los pastelitos del domingo, porque ahora que no hay webcam no tenemos ni para comer.