Este libro llevará tu nombre impreso para siempre
Este libro es un desafío: Casciari debe escribir un cuento nuevo todos los viernes por la mañana, con el obstáculo de una serie de reglas inquebrantables y un montón de personas observando para que no haga trampas.
Casciari no puede pensar en el cuento antes, ni tener borradores preparados, ni recurrir a su memoria emotiva, porque el tema de cada relato es aportado por oyentes de la radio argentina Urbana Play. Una vez recibidos todos los ingredientes de la trama, Casciari tiene una hora y media para redactar, corregir y editar cada historia. Y otra media hora para leer el resultado en voz alta frente al micrófono del programa Perros de la calle. Este libro será el resultado de ese esfuerzo literario inútil.
El lunes 23 de enero al mediodía Sebastián, un chico de 31 años, se sentó en un bar de Palermo y pidió milanesas con papas. El encargado del bar le trajo el plato con mala onda. En el mismo momento que empezaba a comer, un hombre canoso que estaba sentado en la mesa de enfrente pagó y se fue. Sebastián no le prestó atención, pero al minuto miró la mesa vacía y vio que el canoso se había olvidado en el suelo un bolso chico.
Lucía siempre vivió en Neuquén. Ahora tiene veintisiete años y esta historia me la explicó por correo. Me cuenta que hace veinticinco años, cuando era muy chiquita, acompañaba a su mamá a ver a sus hermanas mayores jugar un partido de hockey. Estos torneos se hacían en unas chacras neuquinas muy grandes, arboladas y a cielo abierto. Un lugar perfecto para que una nena de casi tres años pierda la noción del tiempo.