Hace muchos años don Américo se fue a su habitación a hacer la valija más triste de su vida. Su madre, a la que nunca más iba a ver, le dijo antes de que el hijo partiera: «Nunca traiciones tu origen milanés, Américo, y jamás te irá mal en la vida». El pequeño cruzó el Atlántico con esas palabras en el alma y no se las olvidó nunca.