La comida de aquí no es mala, como muchos piensan. Suele haber paella, flan de huevo, pan del día, pollo, carnes magras y también frutas. La comida está muy bien, la verdad; lo que ocurre es que cuando te vuelves enfermo te pones enseguida muy exquisito del paladar. Lo mismo pasa cuando estás preso o cuando te llaman de la mili. Siempre quieres algo mejor, siempre te aburres con lo que hay. Las personas encerradas, en general, solemos ser un poco tiquismiquis y también mal agradecidas.