Ya de entrada caí mal parado. Vine al mundo justo el año en que todos éramos más pobres que de costumbre, cuando hasta los ricos y los catinga estaban también con hambre. A esa época después la iban a bautizar como el tiempo del quita y pon. Nací justo el año que el Gobierno mantuvo a la gente ocupada con el azadón para evitar los alborotos. Todos hacían trabajo inútil: los cabeza de familia, sus mujeres, y los hijos de ocho en adelante. Yo no hacía esos trabajos porque estaba recién nacido.
De las sesenta veces que tocan el timbre en casa a la mañana, más o menos cuarenta son gente que pide. El resto, gente que vende. A los que venden les hago que no con el dedo desde el vidrio. Y a los que piden los miro bien para ver si son conocidos, y según la cara les abro o les hago que no con la cabeza.