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Pausa
Dos meses antes de la Copa del Mundo, cuando vivir y respirar era mucho más fácil que ahora, cuando no se te aparecía en sueños Gonzalo Higuaín habilitado frente a un arco vacío, me comprometí a entregar un trabajo el quince de julio. Ni siquiera era un trabajo pago, sino el pedido de un amigo: «Hola Hernán, elegí los nueve libros que te hayan cambiado la vida y explicá por qué en cien palabras».
Siempre me ha llamado la atención la rigidez con que los hombres de ciencia clasifican a los enfermos mentales: paranoico, esquizofrénico, neurótico, maníaco-depresivo, etcétera. Aquí mismo, sin ir más lejos, a veces nos separan bajo estos parámetros, cuando en realidad respondemos a otras muchas características. Por ejemplo, un paranoico contento se parece mucho a un neurótico recién salido de la ducha. Mientras que un depresivo viendo una película de Esteso y Pajares no guarda mucha diferencia con un esquizoide sedado.
Lucas y Alex tienen previsto encontrarse en la placita del hospital, como cada tarde, pero una tormenta les modifica los planes. Desde sus casas, aburridos de ver el chaparrón por la ventana, se conectan a internet y mantienen su charlita de siempre, esta vez separados por seis cuadras de distancia.