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Pausa
Cuando tenía diez años, la maestra nos hizo escribir quién era nuestro ídolo, y por qué. Ahora no recuerdo muy bien lo que escribí, ni a quién escogí como ídolo, pero sí recuerdo que casi todos mis compañeros de aula eligieron a su propio padre. Que mi padre esto, que mi padre lo otro... Entonces yo, para mis adentros, me pregunté: «¿Pero cómo es posible que la peña idolatre a un tío que lo único que hace es emborracharse y zurrarte?».
Dos tragedias similares, aunque con desenlaces distintos, ocurrieron ayer en Argentina y España a causa de la tradicional costumbre que tienen los adolescentes de burlarse de los compañeros de aula más introvertidos o estúpidos o deformes. En Buenos Aires, un nerd asesinó a cuatro compañeros; en San Sebastián, un chico que siempre era blanco de las burlas saltó desde un sexto piso y se mató.
Durante mi ausencia, un grupo de comentaristas rebeldes y una máquina escupespam intentaron, con todas sus fuerzas, convertir Orsai en un nido de ratas. Esta anarquía me hizo acordar a las épocas en que mis padres se iban a Mar del Plata y yo me quedaba en casa 'a estudiar', porque me había llevado todo a marzo.