El domingo la Sofi iba por la mitad de Juan Salvador Gaviota, y nadie lo podía creer. Debe ser la primera Bertotti (sacando al Nacho) que va por la mitad de algo que tiene tapa. El fin de semana se habrá pasado como quince horas boca abajo en el piso de la cocina leyendo.
Cuando todavía el Nachito era hijo único el Zacarías me pegaba. Una vez me cruzó la espalda con una tira de asado congelada y casi me descoloca la columna. Yo no sabía qué hacer porque me daba vergüenza y no se lo contaba a nadie, hasta que un día mi mamá me vio la marca del costillar en la espalda y se dio cuenta de todo.
Ayer a la tarde don Américo estaba muy alicaído porque su ídolo máximo, el Michael Jackson, estaba prófugo y perseguido por la Justicia. Mi suegro es fanático del cantante desde los años ochenta; ahora ya mucho menos que antes porque un día se quebró la cadera bailando breakdance, pero siempre siguió oyendo sus discos.
Cada vez que el Zacarías se corta las uñas de las patas es que está sufriendo mucho. Debe ser su manera de canalizar. No le pasa muy seguido, por eso siempre usa zapatos dos números más grandes.
¡Ay, qué desastre! ¿Por dónde empiezo? El Nacho me pregunta hoy al mediodía si lo puede traer a trabajar a la pizzería a su novio. «Ahora que se fue Douglas, vamos a necesitar a alguien más», me dice, sin mirarme a los ojos.
Estuvimos toda la mañana, el Zacarías y yo, como en una especie de luna de miel. Nos fuimos tempranito en la motoneta a dar la vuelta al Parque Municipal y nos quedamos tomando mate con bizcochitos tirados en un mantel y hablando de la pizzería, de los chicos y de la mar en coche. Después lo dejé en la Municipalidad haciendo los trámites de la habilitación y me vine para casa.
Anoche el Zacarías se acostó chinchudo, me miraba de reojo y no me dirigía la palabra. Le pregunté qué le pasaba y me pone cara de carnero degollado:
—¿Qué me pasa? Que cuando está ese cocinero gilastrún movés el culo y te reís fuerte, eso me pasa —dicho lo cual me da la espalda en la cama.
5 Nov
Antes de haber decidido tan alegremente poner la pizzería y vivir todos juntos, tendríamos que haber aprendido de las enseñanzas del «Gran Hermano». Hace solamente dos días que estamos en esta casa y ya hay grupos, dimes y diretes, camarillas, recelos y caras de orto...
El Caio está cada vez más obsesionado con su estatura. Hoy me lo encontré cabeza abajo, colgado de los tobillos en la enredadera del patio, casi sin respiración y con el cerebro lleno de sangre.
El Nacho habló con mi suegro y lo convenció de poner la pizzería. ¡Así que en unos días empezamos la mudanza! El Nacho no solamente tiene una mente privilegiada y unas ideas perfectas, sino que además sabe explicar las cosas como un duque...