Nadie se pregunta para qué sirven los embajadores argentinos en cada país del mundo. Les sospechamos actividades poco esforzadas, los imaginamos en perpetuos ágapes, y siempre conocemos a alguien que conoce al hijo o a la hija de alguno.
Durante mi ausencia, un grupo de comentaristas rebeldes y una máquina escupespam intentaron, con todas sus fuerzas, convertir Orsai en un nido de ratas. Esta anarquía me hizo acordar a las épocas en que mis padres se iban a Mar del Plata y yo me quedaba en casa 'a estudiar', porque me había llevado todo a marzo.