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Pausa
Todos fuimos a esas reuniones de finales del siglo veinte en las que alguien, sin merecerlo, se convertía en el alma de la fiesta. Eran reuniones de quince personas y nadie se conocía mucho. Un almuerzo anual de compañeros de trabajo, por ejemplo… un bautismo.
Un día cualquiera al año, digamos los diecinueve de marzo, deberíamos hacer cambio de roles. Los enfermos a vestirnos de enfermeras, los doctores de visitas, las enfermeras de locos, y los visitantes de psiquiatras. A mí me aburre hacer siempre el mismo papel en la vida, y creo que a ellos también. A mí me gustaría mucho ser enfermera por un día. Vendría aquí muy temprano por la mañana, me pasaría la primera hora cotilleando con la enfermera Gelatinas, fumaría como un carretero, hablaría de calcetines, de consoladores, de culebrones, de maridos muertos en vida y de la cura definitiva contra las várices.