El oscuro estigma de ser asimétrico
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La última publicidad institucional de la ONCE (Organización Nacional de Ciegos Españoles, que también se preocupa de otras deficiencias) tiene por objetivo hacerle comprender a la sociedad ibérica, en general tan descreída, lo bien que se adaptan los discapacitados a su entorno.

Se trata de cinco spots que se emiten a cada rato en la televisión nacional, protagonizados por Juanan, Javier, Ysa, Cris y Dani.

Cada uno de estos jóvenes tiene una discapacidad, pero los vemos interactuar con sus amigos, con su familia, con sus compañeros de trabajo, llenos de felicidad y rutina; sin complejos.

Posiblemente el rasgo común de los cinco, y a la vez el menos evidente, es que la agencia de publicidad ha elegido (para dar claro testimonio de integración social) a discapacitados muy guapos, casi salidos de una escuela de modelos desparejos, de rostros simétricos y serenos, con la idea de que no provoquen ningún rechazo visual.

Es conocido que el español se siente, per se, un poco más desprovisto de gracia que el europeo medio, y no soportaría que sus discapacitados motores también corrieran la misma suerte. (Con Fernando Alonso ya parecen tener bastante).

Haciendo un uso malsano de la imaginación, no es difícil comprender que en el casting de estos anuncios quedaron afuera los ciegos con ojos blancos, los discapacitados con down facial muy evidente y los otros, los feos porque sí; en suma, los que a la mayoría de los espectadores pudieran causarle incomodidad o desazón a la hora de la cena.

Como en una mamushka rusa, estos anuncios antidiscriminación esconden —dentro— una discriminación más sutil, de la que todavía la sociedad española no se hizo eco sin sonrojo: el rechazo ante la fealdad, la aversión por las asimetrías del rostro y del cuerpo, que es el modo en que los humanos entendemos los parámetros más distantes de la belleza. Stephen Marquardt, un médico californiano que dedicó su vida al estudio de los «pares equilibrados», asegura que belleza es el nombre que se le da a ciertas señales procesadas de forma instintiva por nuestros cerebros. Sus investigaciones demostraron que los rostros considerados hermosos son sumamente simétricos, con independencia de la cultura.

Los esfuerzos de los gobiernos europeos por la integración de sus discapacitados motores y mentales es enorme, pero también muy notorio el olvido por los que quedan fuera de esa lucha, incluso en los anuncios de televisión que propenden a minimizar las diferencias. Un hombre que se ha quemado la mitad del rostro con aceite hirviendo, por ejemplo, tiene menos posibilidades de integración social que un mudo; un obeso mórbido más opciones de quedarse solo en casa que un sordo; un amputado de ambas piernas, mejores alternativas que al que le han cortado solo una. 

La sociedad ha comenzado a aceptar a un compañero de trabajo con dificultades motoras, pero le cuesta muchísimo la aceptación del asimétrico, del feo, del raro, del que ni siquiera puede conseguir empleo en los spots que denuncian sus propios padecimientos.

Hernán Casciari