El país de los apodos espontáneos
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Durante el último fin de semana, los comentaristas de Televisión Española estuvieron más atentos al comportamiento del público que a los partidos de la Copa Davis. 

Se fascinaron con los cánticos que tejían, marciales, las tribunas: «Son hirientes y ofensivos — descubrían—, aunque se agradece que al menos tengan argumento». Más aún se sorprendieron con los apodos de los tenistas argentinos: «A Mancini le dicen ‘Luli’ pero se llama Alberto —explicaban—, aunque es probable que se llame Luis de segundo, de lo contrario no se entiende». En España, el apodo deportivo es nomenclatura oficial que escoge el atleta, y no la sociedad o el contexto. En la Argentina, en cambio, estas decisiones son aleatorias, en ocasiones mnemotécnicas y casi siempre jocosas.

Recupere el lector los nombres de los compañeros de la secundaria. Encontrará Chinos, Rusos, Manijas, Gordos e incluso Chanchas (como Rinaldi). En el ámbito escolar es donde nacen, por generación espontánea, estos motes, que son variados, punzantes y azarosos. En España los hay muy pocos, y todos se reducen a un triste Paco, a un desabrido Pepe… Por eso a los comentaristas ibéricos de deportes les cuesta mucho entender que un sobrenombre pueda nacer por herencia genética (‘Pipita’, para Higuaín), o por sinécdoque (llamar ‘Córdoba’ a Nalbandian) o por oxímoron (‘Enano’, para Del Potro), o por metonimia (decir solamente ‘el Diez’ cuando se quiere significar Maradona). Esta incomprensión de la metáfora suele generar un gran tormento a la hora de utilizar los apodos argentinos en los ámbitos oficiales. Los periodistas españoles son muy propensos, en conferencia de prensa, a interrogar a Calleri de este modo: «Una pregunta, señor ‘Gordo’, ¿se ha sentido usted agotado luego del tercer set?». O incluso confundir el aumentativo con el despectivo: «Aquí vemos en la platea —decían la semana pasada—, a ‘Narigudo’ Bilardo, el exentrenador de fútbol».

Esa mezcla popular de creatividad y agresión gratuita hechizó a los enviados de TVE en Mar del Plata, que relataron y tradujeron (al castizo) todos los cantos ofensivos de las tribunas. Se sintieron ofendidos con la entonación del «Verdasco tiene miedo» en el partido de dobles, que más tarde fue redoblado con una metáfora de esfínteres todavía más gruesa, y también pareció molestarles la picaresca forma de festejar con un multitudinario «no» los primeros servicios errados por los visitantes. Pero mucho más se enfadaron cuando, al comenzar el cuarto y definitivo match, apareció en el aire marplatense una muy injuriosa copla en contra del atleta español. Nacho Calvo fue el primero en advertirlo: «No puede ser —dijo—, toda la gente le está gritando ‘perro’ a Verdasco, el juez de silla debería tomar medidas contra el equipo argentino ». Àlex Corretja, exjugador de Davis y buen conocedor del ambiente nacional, corrigió a su compañero en directo: «No, Nacho. Están cantando ‘Chucho… Chucho…’, pero no es contra Verdasco. Es así como alientan a Acassuso».

Hernán Casciari