La teoría de los puntos y las vueltas
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Pausa

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El nuevo paraíso de los tontos

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Hace dos lustros, cuando se cumplió el décimo aniversario de la Masacre de Cañuelas, logré una entrevista con Enrique Politto, la primera y única que el asesino ha dado desde la Unidad 5, donde todavía permanece encerrado. El «loquito de los puntos y las vueltas» fue el último de los campeones de la competencia llamada «Los Provinciales del Loco». La tarde en que se coronó vencedor, un 27 de marzo de 1986, recibió su trofeo de manos del Gobernador Armendáriz, saludó al público, sacó una granada del bolsillo e hizo estallar la tribuna oeste del polideportivo El Porvenir, matando a dieciocho personas: doce cuerdos, cinco locos y un chileno.

—Si cambiásemos dos palabras —me decía Politto—, solamente dos palabras de entre todas las que hay, el mundo sería un lugar más divertido, más justo y, sobre todo, menos doloroso.

Ni Karl Marx ni Adam Smith habían encontrado la respuesta al problema económico global; tampoco Einstein había logrado hallarle solución a la cuestión del tiempo. Enrique Politto, de origen mercedino y último ganador de los Provinciales del Loco, juraba haber accedido a la gran revelación.

Según él, sólo era necesario cambiar dos palabras («dólares» y «meses») y convertirlas en otras dos («puntos» y «vueltas») para que el mundo fuese un paraíso. La obsesión de esa idea descabellada lo convirtió en el loco de su ciudad y, más tarde, en un criminal de gran renombre.

—Hace años que me vengo dando cuenta de que la gente se ha quedado sin nada que hacer. De que no hay pasión ni hay alegría ni hay un carajo. ¿Vos viste cómo está la calle? ¿Oís lo que habla la gente? —me preguntaba Politto en su celda— El que tiene ya no espera nada, y el que no tiene se desespera. ¡Los dos grandes problemas humanos: el dinero y el tiempo! La falta de esperanzas de los ricos me pone los pelos de punta, Juan Carlos.

—Me llamo Hernán.

—Los ricos están sumidos en la confusión. Juegan al golf, que no tiene sentido. Es un deporte que no funciona, y ellos están haciendo eso, con unos pantalones a cuadriyé. (Después el loco soy yo). Las mujeres se hacen la cirugía de la nariz, fijate qué manera más estúpida de decir «no sé qué más hacer». ¿Y los pobres? ¿Vos viste a los pobres? Gritan por la tele, lloran, van y vienen, hablan de dinero todo el tiempo… Se quedaron sin ideas. Los pobres y los ricos.

Desde la masacre de Cañuelas, y durante una década, Politto había guardado silencio. No había dado un solo reportaje, ni siquiera había hablado con otros presos. Pedía cigarrillos con gestos. Nadie en la Unidad 5 conocía su voz.

En 1996 yo me dedicaba a hacer entrevistas a personajes extravagantes del oeste de Buenos Aires: ladrones, videntes, mercachifles, brujos, estafadores de guante blanco, etcétera —aquí en Orsai he reproducido algunas de esas charlas—; pero la verdad es que el reportaje al asesino de Cañuelas fue, sin dudas, el más leído de aquella serie.

—¿Por qué ha decidido hablar ahora, Politto?

—La semana que viene se cumplen diez años de Cañuelas, y ya es hora de que la gente sepa la verdad. Pregúnteme sobre la verdad; Juan Carlos.

—¿Por qué mató a esas personas?

—¡No! Esa verdad no… La otra.

—¿Qué otra?

La verdad de Enrique Politto era económica y social, y no quería hablar de otra cosa. En la pared de su celda, con un punzón o la punta de una llave, había escrito la fórmula de su descubrimiento:

dólares = puntos
meses = vueltas

Desde los años sesenta había intentado demostrar que el mayor error económico del mundo era semántico. El problema es que sus demostraciones ocurrían en la plaza de un pueblo, por lo que fue mucho más fácil declararlo loco que economista. En Mercedes se lo conoció siempre como «el loco de los puntos y las vueltas», y en calidad de tal representó a la ciudad en Cañuelas 86. Arrasó.

Había nacido en la ciudad en 1944, hijo de maestra y constructor. Infancia normal, estudios corrientes. Nada en su historial juvenil que presagiase su futura desgracia mental. Estudia económicas en la UBA, tiene amigos, una novia. Hasta los 24 años Politto parece un muchacho encarrilado.

—¿Encarrilado? Yo diría que iba camino a la mediocridad… Yo usaba el pantalón adentro. Hacía chistes pavos, no sé si me entiende. Iba derechito a ser contador público, o administrativo. Un pelotudo cualquiera, digamos. Pero en 1969 cambió todo: mi cabeza entendió.

—¿Allí se le reveló su teoría de los puntos y las vueltas?

—Exacto, Juan Carlos.

—Mi nombre es Hernán.

La teoría de Politto puede resumirse así: si la unidad monetaria del mundo se llamase «puntos» y a los meses les dijéramos «vueltas», la vida sería un juego de mesa.

Al comenzar cada vuelta, por ejemplo, el jefe le da al empleado una tarjeta que dice: ¡ENHORABUENA! GANA MIL PUNTOS. El día cinco el empleado recibe en su casa otra tarjeta que pone: PIERDE TREINTA PUNTOS. FIRMADO: ENDESA, y otras tarjetas similares con las que sigue perdiendo puntos. El empleado no se preocupa, porque en la siguiente vuelta ganará otros mil puntos.

De este modo, auguraba Politto, las personas comenzarían a ver la vida como un divertimento, y no como un lastre. El dinero (la necesidad de poseer), y el tiempo (la necesidad de perdurar) se convertirían en un desafío lúdico.

—Es mucho más triste decir ‘me faltan 250 pesos para llegar a fin de mes’ que decir ‘con 250 puntos extra paso de vuelta’. Ahí está la clave de la tristeza humana: la gente necesita una inyección de optimismo, una señal permanente de que todo es un juego.

—¿Y usted dice que así se acaba con la tristeza?

—¡Y con muchísimas cosas más! Así acabamos con la miseria también. Note qué diferente sería nuestra relación con los mendigos. En vez de dar monedas por la calle, daríamos puntos, y nos sentiríamos jurados de las olimpiadas. Pasaríamos por al lado del ciego y diríamos: 9 PUNTOS. Nos acercaríamos al rengo y diríamos: 7 PUNTOS Y MEDIO. Y todos felices.

—Pero seguiría existiendo la pobreza, y la delincuencia.

—Existiría todo, Juan Carlos, pero sería diferente. Pongamos que un ladronzuelo roba doscientos puntos; entonces la polícía atrapa al ladrón y le da una tarjeta: PIERDE SEIS VUELTAS. El ladrón se queda un tiempo equis sin jugar, pero no se sentiría preso. Es muy feo estar preso.

La obsesión de Enrique Politto lo llevó, en su juventud, a llamar sistemáticamente ‘puntos’ y ‘vueltas’ a los pesos y los meses. Y así se convirtió en el loco del pueblo. Los chicos de Mercedes le tiraban piedras, los mayores lo trataban con sorna y las señoras mayores se cruzaban de vereda cuando aparecía.

En 1986, cuando fue elegido candidato mercedino para el Provincial de Cañuelas, Politto tenía cuarenta y dos años. Nunca se supo dónde había conseguido la granada, pero las pericias aseguran que la llevaba consigo durante el viaje en autobús, desde Mercedes hasta la ciudad anfitriona de los Juegos. Representó a su localidad como ningún otro loco, sorteando con facilidad los cuartos y la semi. La final fue durísima (contra el ‘loco que le habla de usted a los autos’, duro representante de Claromecó) pero Politto resultó ganador por unanimidad.

Por la tarde de aquel 27 de marzo, debía subir al palco a recibir el trofeo y el cheque, de manos de Alejandro Armendáriz, y la corona, que le pondría sobre la testa el cantante Sergio Denis. Enrique Politto ya era, para sus conciudadanos, el primer ganador mercedino de los Provinciales. Y estábamos orgullosos de él.

—¿Qué pasó por su cabeza entonces, Politto?

—Me llevaron engañado a ese certamen. La Municipalidad de Mercedes me dijo que se trataba de una competencia sobre ideas económicas. Durante los octavos de final me resultó extraño debatir mi teoría contra un señor de Chacabuco que masticaba tuercas, pero no caí en la cruda realidad hasta la semifinal. Allí supe que era un torneo para locos de pueblo. Entonces decidí vengarme.

Enrique Politto recibió el cheque, le dio la mano al Gobernador, saludó al público que lo aclamaba y sonrió para las fotografías. A las 16:32 sacó la granada del bolsillo derecho de su pantalón, le quitó la polea y la arrojó a la tribuna. Durante doce segundos todos pensaron que se trataba de una ofrenda. Y entonces la ofrenda explotó.

Los Provinciales del Loco se suspendieron aquella tarde, y para siempre. Por decisión del jurado no se le quitó el premio a la ciudad de Mercedes, que sigue siendo la última localidad ganadora. A Enrique Politto se le descontaron los 3200 puntos del premio y recibió un castigo ejemplar.

—¿Cuántas años de prisión le dieron, Politto?

—Digamos, Juan Carlos, que perdí el turno.


Este historia tuvo su primera parte en pasado 20 de marzo, con la publicación del artículo llamado Los Provinciales del Loco. Ambas historias en homenaje a las víctimas y sus familias, en el 20º aniversario de la Masacre de Cañuelas.

Hernán Casciari