Ni olvido ni perdón
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Pausa

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Los consejos de mi abuelo facho

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Cuando se abre el telón Alex y Lucas ya están en el centro de la escena, conversando sin mirarse. No tienen más de cinco años cada uno. Están en el arenero de un espacio público, rodeados de baldecitos, moldes y juguetes.

ALEX.- (Colocando arena en su balde) Estoy medio preocupado, ¿sabés? Ayer los vi a mis viejos cogiendo…

LUCAS.- (Sorprendido) ¿Cómo, cogiendo?

ALEX.- Normal: mi papá arriba de mi mamá, en la cama grande.

LUCAS.- Eso ya sé…, quiero decir que cómo los viste.

ALEX.- Ah, sin querer… Eran como las doce de la noche, yo me levanté de la cama porque tenía miedo de dormir solo y me quise ir a la pieza de ellos… Muchas veces lo hago.

LUCAS.- Yo también, me encanta meterme entre los dos. Pero nunca me los encontré cogiendo.

ALEX.- Mejor para vos. Es muy fulero…, más a nuestra edad.

LUCAS.- ¿Por?

ALEX.- Es que no sabés qué hacer, chabón. Y lo peor es que querés irte a la mierda, pero no te vas. Es como si tu cabeza te dijera “andáte Alex, déjalos tranquilos, ni los mirés”, pero al mismo tiempo el cuerpo no te hiciera caso.

LUCAS.- Chau, qué loco… ¿Y entonces qué hiciste?

ALEX.- Qué voy a hacer. Me quedé ahí parado, en el marco de la puerta, con la boca abierta supongo, y después de un rato de espiarlos, sin querer, me pongo a llorar… ¡a los gritos me pongo a llorar!, como un boludo.

LUCAS.- (Incrédulo) ¡Andá! ¿Y por qué te pusiste a llorar?

ALEX.- ¡Qué sé yo! (Preocupado, tirando un puñado de arena). Eso es lo raro. Me vino el puchero de adentro, desde los riñones… Como cuando nos estaban saliendo los dientes, ¿te acordás?, como una puntada, pero acá. (Se señala el estómago y dice, en un tono más bajo) Yo debo tener alguna historia con mi vieja, chabón, algo muy oscuro, medio sexual.

LUCAS.- No jodas con eso, Alex… (Cambiando de tema, algo avergonzado) ¿Y ellos qué onda, cómo reaccionaron?

ALEX.- Imagináte, Lucas. Les corté el polvo por la mitad. Es como que te apaguen la tele en el medio de los Teletubbis… No sabían cómo ponerse, no sabían qué decir. Estaban como nosotros cuando rompemos algo, ¿viste que no sabés a dónde poner los ojos?

LUCAS.- Como cuando nos cagábamos encima sin querer, y ya teníamos tres o cuatro años.

ALEX.- Sí, así: nerviosísimos estaban… Se vistieron a las apuradas, quisieron hablar conmigo, me preguntaron qué había visto, mi viejo me explicaba que él no le estaba haciendo nada malo a mi vieja, mi vieja lloraba… Un dramón, pobre gente.

LUCAS.- ¿Y vos?

ALEX.- Yo me hacía el recontra pelotudo, como que no entendía nada, incluso medio me hice el que tenía sueño. Empecé a decir “noni, noni” y me chupaba el dedo.

LUCAS.- ¡Qué garrón!

ALEX.- Mi vieja estaba hecha bolsa, se quedó a dormir toda la noche en mi cama. Yo abrazadito a ella. Me dormí enseguida, pero creo que ella no pegó un ojo en toda la noche, porque esta mañana tenía unas ojeras así de grandes…

LUCAS.- ¿Y hoy qué? ¿Alguien sacó el tema en el desayuno?

ALEX.- Cero: ni una palabra. Todo eran miradas huidizas, los tres nos hacíamos los giles, callados en la mesa… (Encogiéndose de hombros). Pero eso sí: yo esperé a que mi viejo se pusiera el traje y le vomité todo el nesquick encima. Para que le quede bien clarito que tengo un trauma marca cañón.

LUCAS.- Bien hecho, Alex: ni olvido ni perdón con tu viejo.

ALEX.- (Después de una pausa.) Che, Lucas, ¿vamos a comer barro?

LUCAS.- Dale, a mí también me pegó de regresión todo este asunto…

(Telón)

Hernán Casciari