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Pausa
Hay un verso de Antonio Machado que me encantaba de chico. Dice: Entre la vida y el sueño… hay una tercera cosa… ¡adivínala! ¡Y tiene razón!
Leo en la prensa económica que, entre las varias empresas que tienen pensado salir a bolsa este año, se encuentra Polaroid, y me sorprende leer el nombre de esa marca tantos años después, justo ahora que la fotografía doméstica se ha convertido en una colección infinita y sin sentido.
Esta semana la revista Nature Neuroscience ha vaticinado la extinción de la caricatura del psicólogo, tal y como la conocemos: el señor adusto con pipa, apoyado en su sillón con indiferencia de tótem, mientras nosotros, pobres infelices, nos hundimos en el diván y oímos la frase típica: «Bien, hábleme de su infancia».
Fría mañana de sábado en Mercedes. En la vereda oeste de la casa velatoria Rossi un pequeño grupo de personas fuma en silencio y hace tiempo para entrar. En el interior de la sala hay otros corrillos, otros grupos, que conversan en voz baja de espaldas a un ataúd donde reposa el cadáver de un viejo. Casi todos los concurrentes son personas mayores vestidas de negro. Por eso destacan, junto al féretro, dos niños de cinco años. LUCAS acaba de llegar. En cambio ALEX está allí desde temprano.
Lucas y Alex, dos amigos de cinco años, están jugando en la placita del Hospital una tarde de verano. Lucas le tira piedras a las palomas, y Alex se queda mirando a un viejo que está sentado, como dormido, en un banco de madera. Ya se barrunta la llegada del otoño porque Mercedes está lleno de hojas que crujen. Los dos niños se dejan llevar, como cada tarde, por la conversación infantil.
Cuando se abre el telón Alex y Lucas ya están en el centro de la escena, conversando sin mirarse. No tienen más de cinco años cada uno. Están en el arenero de un espacio público, rodeados de baldecitos, moldes y juguetes.