Un forúnculo
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Pausa

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Una playlist de 125 cuentos

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Durante todo el fin de semana tuve un forúnculo en el cachete derecho del culo. Me dolía cuando me sentaba, me dolía cuando me paraba, cuando me acostaba. Me dolía.

El dolor físico es incómodo; es como esos tipos que te hablan de sus dramas todo el tiempo. Uno cambia de mesa y el pesado te sigue. Tratás de no prestar atención y el tipo te habla más fuerte. El dolor es igual al plomo del barrio.

El dolor físico es eso, es un pesado de anteojos que vive adentro de nosotros y que a veces te toca el timbre.

A mí toda esta semana el tipo me hizo un monólogo en forma de forúnculo.

Para alguien como yo, que se pasa la mayor parte del día tirado en el sofá y pidiéndole cosas a su mujer y su hija, es muy complicado convencerlas de que esta vez es en serio. De que realmente necesitás un vasito de agua, o que te traigan el control remoto, o que te acerquen la mesa ratona, o que te hagan un té con limón.

Me pasó igual que en la fábula de Juan y el lobo: yo me enfermé en serio el viernes, pero mi mujer no me hizo caso hasta el domingo a la noche, cuando ya volaba de fiebre.

Así, pasé un fin de semana horrible, entre la despreocupación de mi familia por mi grano en el culo y todo este asunto político de la transición, el dólar y cómo vamos a hacer para no hundirnos en la mierda.

El domingo el dolor me llevó a un estado febril delirante: treinta y nueve cinco… la temperatura no me bajaba, y en el culo ya no tenía un grano: era el grano el que escondía en su epicentro un pequeño y triste orto inútil.

Yo pensaba, para mis adentros: «El dolor es una información, tranquilo, el dolor es una información de que algo va mal, es solamente eso…», y así me daba ánimos durante la noche en vela, incendiado de fiebre.

Y entonces mi cerebro relacionó esto con otro dato. No hace mucho leí que ya existen las heladeras que te avisan cuáles son los productos que se están empezando a acabar. Vos pasás por la cocina y suena un pitido en la heladera, una voz electrónica que te informa: «Nos estamos quedando sin queso mantecoso, señor».

Es fantástico… Es como la serie El auto fantástico pero en versión heladera. ¿No es hora de que incorporemos esta tecnología al cuerpo?

Si el dolor es, como dicen, un pitido, una alarma que el cuerpo le manda al cerebro para avisar que algo va mal: ¿por qué tiene que ser punzante?, ¿por qué tiene que ser incómodo?, ¿por qué tiene que darte fiebre?

¿Por qué no inventamos algo para que te llegue un mensaje de WhatsApp? Por ejemplo: «Cuidado, posible forúnculo en cachete derecho del orto, Fermodín (pomada) urgente antes de dos días. Transcurrido ese lapso, duele».

Este sistema sería ideal… no solamente para mi forúnculo, que no fue grave, sino para cosas peores.

Hay gente que convive sin saberlo con asuntos que pueden ser jodidos. ¿Por qué hay que ir a hacerse un chequeo? ¿No está el mundo ya tan avanzado como para que estas cuestiones se detecten de forma automática y viajen por satélite?

«Hay algo raro en su intestino, puede convertirse en un cáncer en el año 2021, deje de comer lechón urgente. ¿Desea oír esta alarma el próximo mes?». ¡Eso hay que hacer!

Ahora yo estoy mejor y todos estos pensamientos febriles me vuelven a parecer utópicos, pero no estaría mal que algua vez la tecnología nos ayudara a prevenir el sufrimiento, los forúnculos, la próstata, en vez de fabricar tanto iPad Pro, tanto teléfono con seis cámaras, tanta mierdita digital de doce megapíxeles.

Que se acuerden de los forúnculos, por el amor de Dios.

Hernán Casciari