Hay historias que todavía no encontraron su libro perfecto
El blog del autor nació en 2003 y la enorme mayoría de sus relatos ya fueron compiladas en más de quince libros, a los que llamamos la Colección Casciari. Pero algunos de esos textos, aunque han sido utilizados de forma fragmentaria en novelas (principalmente El pibe que arruinaba las fotos) y en adaptaciones a la radio, el teatro o la televisión, todavía no fueron publicados como libro impreso, en el formato habitual del cuento o de la crónica.
Voy a cumplir cuarenta. Lo escribo así, de sopetón, para que se asusten los lectores jóvenes. La famosísima crisis es inminente. En las vísperas redondas (los veinte, los treinta) me pregunté siempre lo mismo: ¿cómo se esquiva una crisis que acecha? Cuando estaba a punto de cumplir los treinta cambié de país, de siglo y de estado civil. Hice todo eso nada más que para distraer mi crisis. Ahora viene otra, más intensa, y algo tendré que hacer. Un volantazo fulminante que me haga olvidar lo más terrible: que quedan diez años menos.
Renuncié hace unos días a mi columna de los domingos en el diario La Nación, de Argentina, y renuncio hoy a mi columna de los viernes en El País, de España. Noventa columnas y dos años de trabajo en La Nación; ciento veinte columnas y tres años en El País. Aprendí mucho de ambos periódicos. Aprendí, sobre todo, que solamente me puedo divertir en un medio sin publicidad, y que solamente puedo dormir los viernes —de un tirón, sin telefonazos intempestivos— en un medio sin ideología.
Ayer di por finalizado un experimento anónimo de ficción llamado «Más respeto que soy tu madre», en el que usé el recurso del blog (una herramienta de publicación cronológica de contenidos en internet) para contar una historia costumbrista desde la subjetiva de un ama de casa argentina de clase media. La repercusión del proyecto fue tan asombrosa que me gustaría compartir algunos detalles con el lector.
Hace unos meses empecé a recibir correos electrónicos de paraguayos enojados. No unos pocos correos, sino cientos. La gran mayoría de los mensajes me amenazaba con diferentes destinos como la muerte, la típica golpiza o el infaltable corte de piernas. Me asusté muchísimo, porque soy cobarde, y porque soy curioso quise saber el motivo de semejante encono. Lo encontré enseguida: el periódico de mayor tiraje del Paraguay, de corte sensacionalista, había publicado un artículo donde se informaba que un personaje mío ridiculizaba a su pueblo.
La última vez que estuve en Buenos Aires fue hace cinco años. No existía la Nina, ni yo sabía qué cosa era un blog. Estuve allí veinte días en los que, sin saberlo, abracé a mi abuela Chola por última vez. También conversé con gente que quiero, padecí a Racing en directo y pisé Mercedes. Llegué a Ezeiza con un presidente y me volví a Barcelona con otro. Al regresar pasaron dos cosas, al mismo tiempo, que abrieron un círculo en mi vida: empecé a escribir unos cuentos en internet y Cristina me dijo que estaba embarazada.