Después de los atentados del 11-S comenzó a crecer la manía de aplaudir en los aviones.
Nadie se pregunta para qué sirven los embajadores argentinos en cada país del mundo. Les sospechamos actividades poco esforzadas, los imaginamos en perpetuos ágapes, y siempre conocemos a alguien que conoce al hijo o a la hija de alguno.