—A veces la miro —me decía el Nacho hace un rato— y pienso que en la panza tiene algo nuestro. Una criatura... Algo que va a atarme al mundo para siempre. Y eso me gusta... Pero también me da un escalofrío, porque no sé cómo es estar toda la vida con la misma persona.
Ayer la Sofi lo trajo al Pajabrava, su noviecito nuevo, a tomar la leche a casa. ¡Un susto tenía ese chico! Se conoce que el carácter del Zacarías debe ser famoso en el barrio. Así que el chico entró, despacito, colorado como un tomate, y se quedó quieto al lado de la nena.
La forma en que el Zacarías demuestra sus celos se conoce que es un poco prehistórica. Me parece a mí que su manera de delimitar lo que es suyo la aprendió de sus antepasados, los rinocerontes. Porque yo no creo que mi marido descienda de los monos, que son unos bichos tan simpáticos.
Los esfuerzos del Nacho por reconciliarse con el Negro y la Aurora Peroti dieron sus frutos ayer a la tarde, después del desastre de la otra noche. Marilú lo llamó por teléfono diciéndole que sus padres querían darle una oportunidad y que lo esperaban en La Recova, los tres. La nena le recomendó ir bien vestido, porque era fundamental que diera una buena impresión. «Bien vestido y puntual», le dijo.
Hacía mucho tiempo que la familia no vivía un día entero sin broncas, peleas o zapatillazos. Cuando el Zacarías está contento nos contagia y nos alegra a todos. No es muy común verlo feliz: será por eso.
La cena con los Peroti se desarrollaba normalmente. Aburrida. Insípida. Como siempre, el Negro y mi marido nos contaban por enésima vez sus anécdotas de la colimba, cuando eran compañeros en el Regimiento 6 de Infantería.
Anoche, tarde, salgo a sacar la basura y me la encuentro a la Sofi en el zaguán, enroscada alrededor de un tipo. Parecían dos dedos cruzados. Sería por lo oscuro que estaba, o por el entrevero de carne, pero ni un forense podría haber asegurado de quién era cada pierna y cada brazo.
El tango lo dice clarito: «Es muy duro matar a un amor sin tener otra piel donde ir», y si bien el Nacho no mató a su amor sino que más bien se le murió solo, el duelo parece que le duró poco...
No quiero hacer suspenso, corazones. Cuando no sabés cómo decir algo tenés que soltarlo y punto. Esta noche se murió José María, el novio del Nacho, y yo estoy que no puedo tenerme en pie.
¡Ay, qué desastre! ¿Por dónde empiezo? El Nacho me pregunta hoy al mediodía si lo puede traer a trabajar a la pizzería a su novio. «Ahora que se fue Douglas, vamos a necesitar a alguien más», me dice, sin mirarme a los ojos.