Hay mil secretos para mantenerse en forma: pero el más importante es tener libertad. Cuando estás encerrado pocas veces aparecen mujeres, y entonces el hombre es dado a dejarse estar del cuerpo y del alma. Yo, por ejemplo, hace fácilmente dos años que no me corto las uñas de los pies.
Yo creo que la gente común le tiene miedo al «lavado de cerebro» por culpa de las sectas y de la película La Naranja Mecánica, pero en realidad no es algo tan malo. A mí me gusta que me laven el cerebro una vez por mes (ayer tocó), porque a la salida me siento mucho más liviano y con las ideas más claras. También un poco imantado, pero eso ya es otra cosa.
Imagínate que tienes que hablar con un doctor sobre lo que has hecho y lo que has pensado. Imagínate que llevas años hablando con este doctor, quien jamás ha faltado a la cita ni por lluvia ni por hemorroides. Imagínate que vives encerrado y nunca tienes nada que hacer ni pensar. Pero debes hablar de algo, no te permiten hacer silencio. Tú dirás: «Es imposible, Xavi, nadie podría hablar tanto». Pues no, no es imposible. El doctorcito V. y yo lo hacemos los martes, los jueves y los sábados. Los locos y los psiquiatras somos animales de costumbres. Lo que más nos gusta es hablar por hablar.
La comida de aquí no es mala, como muchos piensan. Suele haber paella, flan de huevo, pan del día, pollo, carnes magras y también frutas. La comida está muy bien, la verdad; lo que ocurre es que cuando te vuelves enfermo te pones enseguida muy exquisito del paladar. Lo mismo pasa cuando estás preso o cuando te llaman de la mili. Siempre quieres algo mejor, siempre te aburres con lo que hay. Las personas encerradas, en general, solemos ser un poco tiquismiquis y también mal agradecidas.