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Pausa
En mi barrio había un vecino muy viejo y cascarrabias. Era un italiano de ley, fanático de Boca. Don Américo, se llamaba, y fue uno de los muchos inmigrantes que llegaron a la Argentina por culpa de la Segunda Guerra.
Yo soy cuaternófilo, la palabra la inventé yo. Me gustan los cuadernos, quiero decir. Soy uno de esos tipos que entran a una papelería a comprar sobres y en lugar de eso se quedan una hora y media mirando cuadernos mientras se les cae la baba en el mostrador.
A los doce o trece años yo estaba tan obsesionado con escribir, con ser escritor, que mi viejo habló con un amigo que dirigía un diario en Mercedes y le pidió por favor que me diera trabajo para que yo no rompiera los huevos.
En la infancia todos nos damos cuenta si nuestra madre es extrovertida. Cuando yo invitaba amiguitos a mi casa, Chichita, mi vieja, no se limitaba a traer los vasos de Nesquik y desaparecer.