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Pausa
Desde que tengo uso de razón sabía que iba a escribir. No es una cosa que me ocurrió de grande. Ni siquiera a mediana edad. Ni siquiera tuve la fantasía de algún día ser escritor. Soy escritor.
Hasta finales de 2015 escribí muchos cuentos en mi blog Orsai y un montón de gente los leyó en silencio desde sus computadoras. Los relatos se convirtieron después en libros.
Las personas que no tienen la costumbre de leer creen que todos los libros son aburridos. A esto lo descubrí en el club Mercedes entre los diez y los doce años. Fue la época en que más libros leí y mejor jugué al tenis en toda mi vida.
En medio de la debacle financiera de 2013, cuando todos los noticieros hablaban de default, deuda pública y valor nominal, descubrí con un poco de vergüenza que no entendía nada sobre el mundo bursátil. Y también sospeché que a otros adultos les pasaba lo mismo.
Javier y Alejandra tienen un caserón enorme en el barrio montevideano del Prado, con piscina y cuatro perros, con obras de arte y muebles caros en habitaciones de techos altos, y hasta una casita de huéspedes detrás del jardín.
Hernán Casciari nació en Mercedes, en 1971, y todo lo que sigue es relativo o fragmentario. Nadie es como informa su biografía. En realidad, nadie es de una manera única o lineal. Pensaba en esto ayer porque —en medio del rediseño de este blog— quería actualizar el apartado «El Autor». Estaba a punto de agregar datos nuevos, y de repente me quedé en blanco. ¿Quién soy realmente? Y sobre todo, ¿quién debería explicarlo?
Conocí a mi hemisferio derecho por casualidad, una tarde desesperada del año noventa y nueve. Mi vida entonces era un caos. Llevaba más de seis meses sin redactar un párrafo decente y estaba hecho un trapo; ya no sabía qué hacer con mi tristeza.
Escribí una columna en el periódico argentino La Nación desde noviembre de 2008 y hasta agosto de 2010 y cada vez que enviaba un párrafo incorrecto al periódico, sonaba mi teléfono en Barcelona.
A esta novela no recuerdo haber escrito nunca. Claro que la escribí yo, pero no me di cuenta, hasta hace unos meses, de que aquel montón de historias podían ser una sola.