El goteo incesante de información está copando por primera vez las primeras planas de ‘todos’ los periódicos. Y la noticia es, también, ese ‘todos’. Es tan enorme la ola de denuncias, y tan grave, que ni siquiera la prensa más afín a los intereses eclesiásticos parece capacitada para sortear los teletipos y los cables de las agencias. Informan sobre el asunto incluso los periódicos que, históricamente, miraban ciertos temas de reojo. Y es posible que internet marque el ritmo y la demanda de claridad. En España navega de boca en boca un desgarrador documental —que la BBC emitió por primera vez en 2006— sobre la intensa labor del Vaticano para tapar el abuso sexual a menores por parte de miembros de la Iglesia. El documental no es reciente, pero la semana pasada se infló de nuevos visitantes gracias a la red. En el informe se muestra un documento fechado en 1962 y redactado por la Congregación para la Doctrina de la Fe, que durante dos décadas fue responsabilidad directa del entonces cardenal Ratzinger. En el texto se ordena, mediante el secreto de confesión, acallar a los niños víctimas de abusos. Esta semana, además, aparecieron en la prensa alemana —y se reprodujo, online, al resto de Europa— nuevas acusaciones contra miembros de la Iglesia alemana por abusos físicos y sexuales. Y sobre todo, por eludir a la ley civil, por amparar a los curas pederastas cambiándolos de parroquia, practicando zigzagueos, para ubicarlos después en otros sitios donde también hay niños. La respuesta ciudadana ha sido inmediata. En España, una encuesta del Instituto Elcano arroja resultados sorprendentes. Según el informe sobre cómo valoran los españoles la labor de apoyo a causas humanitarias y de Derechos Humanos, los encuestados ponen al Pontífice Benedicto XVI una nota de 4,8 sobre 10, muy inferior a la puntuación que obtienen Angelina Jolie, Shakira, el cantante Bono, Daniel Barenboim o el presidente Barack Obama, que consiguen entre 6 y 6,4 puntos. Europa vive una transición entre el viejo y el nuevo mundo. En aquel, las reputaciones están dadas por la tradición incuestionable; en este, cotiza al alza la nueva moneda del prestigio que se cosecha día a día. Por ejemplo: docenas de páginas indican, a aquellos que deseen hacerlo, cuál es el modo burocrático para renunciar a la Iglesia. «Existen muchas páginas web que explican cuál es el procedimiento para apostatar», dice una de ellas, «sin embargo no todas las formas son correctas». Y continúa: «Es muy importante que realicemos la apostasía de manera adecuada si queremos que tenga validez legal». El diluvio de denuncias es estremecedor, y la función de la red (no solo la social y ciudadana, sino también la prensa online, los periódicos independientes, los grupos de Facebook, los mensajes y enlaces múltiples) han logrado que el tema se instale, se debata y se mantenga a flote incluso en regiones en las que antes, durante las etapas analógicas, habrían pasado desapercibidas con facilidad.