Los escándalos por pederastia en ciertos sectores de la Iglesia Católica, que aturden a Irlanda, Alemania, Francia y Gran Bretaña, comienzan a oírse, con mayor recelo pero con firmeza, también en España e Italia, países donde la fe católica está más arraigada.
Leí esta semana que Benedicto XVI se reunió con Susanna Maiolo, la muchacha italiana que, mientras se celebraba en Roma la Misa de Gallo pasada, se le tiró encima y lo hizo caer. ¡Y la perdonó!
Una doble campaña publicitaria —con tintes de revolución religiosa y conmoción vehicular— ha ganado las calles de Barcelona, Málaga y Madrid. Desde hace ya tres semanas puede verse, en los laterales de los colectivos de línea españoles, una publicidad enorme que dice, textualmente en letras mayúsculas, rojas y negras: «Probablemente Dios no existe; deja de preocuparte y disfruta de la vida».
Apostasía es la nueva palabra de moda del progre europeo, y también el más moderno temor de la Iglesia Católica.
Me da envidia la gente que vive disfrazada. Obispos, reyes, toreros. Están mucho más locos que yo, y por lo general hacen mayor daño, pero nadie los encierra. La gente disfrazada es despreciable porque toda su estirpe viene del payaso, el ser más odioso de la Tierra.
El miércoles pasado se nos presentó la disyuntiva: ¿abrimos la pizzería en Semana Santa o nos quedamos panchos en casa, sin trabajar hasta el lunes? Muy devotos no somos, la verdad. Pero trabajadores, menos. Así que nos pasamos la tarde dándole vueltas al tema. Por suerte, a falta de las ideas marquetineras del Nacho, el Nonno tuvo una ocurrencia que nos llenó de clientes el negocio.