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Pausa
Me escribe, muy molesto, un lector vía mail: «Aunque tus personajes hablaban 'en argentino', tu deber es escribir con corrección. Y tu deber, en este caso, es saber que las palabras graves no llevan tilde cuando acaban en ene, ese o vocal». Y como no es la primera vez que me hacen esta acusación tan seria, aprovecharé las vacaciones para explicar por qué, a veces, nuestro único deber es que la gramática nos chupe un huevo.
Ahora leo que más del 50% de las mujeres jóvenes consume alcohol esporádicamente en la Argentina, y me vienen a la cabeza las entrañables borrachitas de mi época, que eran mucho menos en número pero mil veces más constantes en periodicidad de consumo. Y es que, para mi modo de ver, la mujer borracha, cuando es joven y está al aire libre en una fiesta, es mejor que casi todas las cosas sobrias que existen.
La noche del 27 de diciembre de 2001, una semana después del caos, ya habíamos tenido cuatro nuevos ex-presidentes, y yo buscaba con desesperación, en Barcelona, un bar con TV satelital para ver a Racing salir campeón en un país que se estaba cayendo a pedazos.
En España no se le dice 'comunidad' a un grupo de personas reunidas bajo una idéntica lucha: se le llama 'colectivo'. Está el Colectivo de Mujeres Golpeadas, el Colectivo de Víctimas del Terrorismo, el Colectivo de Gays y Lesbianas, etcétera. Yo pertenezco al Colectivo de Gente que pierde el colectivo, porque para mí colectivo sigue siendo otra cosa.