El hombre frente a mí podía sorprender por infinidad de cosas. Para empezar, esa mañana cumplía cien años; pero también había sido amigo de Freud, había editado 52 novelas (todas con títulos de siete letras) y era el ser humano que había escrito más sonetos desde Petrarca. Sin embargo, lo primero que me llamó la atención fue la cantidad de pelos blancos que le salían de las orejas.
El mismo día que a Maradona lo echaron del Mundial me cansé de mi vida. Me compré una Olivetti Bambina colorada, una carpa canadiense, pastillas potabilizadoras y una mochila de setenta litros. Convencí al director del diario para que me siguiera pagando, pero por hacer crónicas de viajes. Una vez que aceptó, me subí en Once a un tren que se llamaba El Tucumano y me fui al Norte.
Soñar es fácil. No digo hacerse ilusiones, digo acostarse a dormir y que te pasen una película por la cabeza. Yo sueño siempre, no como el Zacarías que dice que no sueña. Para mí que lo que pasa es que no escucha el argumento, porque ronca que parece el fin del mundo.
Hace dos días que la Sofi empezó con su negocio de la webcam y ya le ingresaron 71,50 dólares en su cuenta del Banco Francés, que es más que lo que cobra mi suegro de jubilación por mes. Si pudiera trabajar más horas haría el doble, pero tenemos que coordinarnos para que use la camarita solamente cuando el Zacarías se va al Club Estudiantes a jugar al bingo.