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Pausa
Esta semana la prensa recogió algunos extraños casos de mala suerte. El primero, y más reciente, le ocurrió a Sean Hodgson, un inglés de 58 años que, hace treinta, fue juzgado y encarcelado en Londres por el asesinato de una camarera.
Aquí en España, con gran certidumbre, los lectores abren las páginas del periódico los 28 de diciembre esperando que una de las noticias de portada resulte falsa.
Entre muchas otras cuestiones, el doctorcito V. me pregunta (documento en mano) si deseo donar mi cuerpo a la ciencia.
—¿Ahora?
—No, hombre —me dice—. Después de muerto.
El hombre frente a mí podía sorprender por infinidad de cosas. Para empezar, esa mañana cumplía cien años; pero también había sido amigo de Freud, había editado 52 novelas (todas con títulos de siete letras) y era el ser humano que había escrito más sonetos desde Petrarca. Sin embargo, lo primero que me llamó la atención fue la cantidad de pelos blancos que le salían de las orejas.