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Pausa
Estamos en 1980. Tengo nueve años y soy adicto a las figuritas Reino Animal. Si llenás el álbum te ganás una pelota de cuero. Yo quiero esa pelota, con gajos negros y blancos, que está colgada en la vidriera del kiosco Pisoni. Por eso compro figuritas. Compulsivamente. Cada billete que llega a mis manos, cada moneda, voy y compro paquetes de cinco figuritas. Los abro con nervios, porque me falta solamente una, la 64. Me falta la tarántula. Nombre científico, eurypelma californica.
Dos tragedias similares, aunque con desenlaces distintos, ocurrieron ayer en Argentina y España a causa de la tradicional costumbre que tienen los adolescentes de burlarse de los compañeros de aula más introvertidos o estúpidos o deformes. En Buenos Aires, un nerd asesinó a cuatro compañeros; en San Sebastián, un chico que siempre era blanco de las burlas saltó desde un sexto piso y se mató.
Mi vida se divide en seis etapas: lactancia, infancia, pubertad, adolescencia, adolescencia con barba y adolescencia con canas seguida de muerte. Ahora voy por la quinta, que es la adolescencia con barba.
Hasta hace una semana Cataluña y sus costumbres me importaban un carajo, pero ahora que tengo descendecia nativa me estoy empezando a interiorizar por esta raza. Y he descubierto algo increíble: los argentinos hemos recibido de esta gente dos herencias fundamentales: la forma de pronunciar piyama y el pito catalán.