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Pausa
Estuve todo el fin de semana con un retortijón en el estómago por culpa de unas declaraciones de María Kodama a la prensa española: «A Borges le gustaba Pink Floyd», aseguraba, muy alegre de cuerpo, la viuda. Y no es que esté en contra de la música moderna; lo que me pone los pelos de punta es esta moda, contemporánea y ruin, de que los herederos saquen a relucir las intimidades de sus parientes inmortales. Sobre todo cuando lo que cuentan son esas pequeñeces de entrecasa que los muertos más han querido esconder.
Once y media de la mañana. Lucas y Alex juegan en el arenero, durante el recreo largo. Alex, más retraído que de costumbre, espera el momento propicio para confesarle algo a su amigo.
Lucas y Alex juegan en la placita del Hospital, bajo un sol radiante. Cada uno en un extremo del subibaja, conversan al ritmo del ir y venir de sus cuerpos. Tarde de miércoles en Mercedes.ALEX.- Estoy medio confundido, Lucas: ayer se me paró el pito, pero no sé si asustarme o ponerme contento.