Un día cualquiera al año, digamos los diecinueve de marzo, deberíamos hacer cambio de roles. Los enfermos a vestirnos de enfermeras, los doctores de visitas, las enfermeras de locos, y los visitantes de psiquiatras. A mí me aburre hacer siempre el mismo papel en la vida, y creo que a ellos también. A mí me gustaría mucho ser enfermera por un día. Vendría aquí muy temprano por la mañana, me pasaría la primera hora cotilleando con la enfermera Gelatinas, fumaría como un carretero, hablaría de calcetines, de consoladores, de culebrones, de maridos muertos en vida y de la cura definitiva contra las várices.
Querida Francisca:
Mañana, cuando regreses al hospital en una de tus habituales visitas de los martes, para ver a tu hermano Antonio, alias el Gelatinas, yo no estaré tras los cristales del pasillo adorándote con los ojos, como te tengo malamente acostumbrada.
De las tres personas que más daño le hicieron a este país, resulta que dos son del pueblo. ¿Se acuerdan de la Junta Militar del setenta y seis? De esos tres hijos de puta, Videla y Agosti nacieron acá, a tres cuadras. Siempre tuvimos eso atorado en el cogote, y cada día intentamos limpiar nuestra imagen.
Cada vez que el Zacarías se corta las uñas de las patas es que está sufriendo mucho. Debe ser su manera de canalizar. No le pasa muy seguido, por eso siempre usa zapatos dos números más grandes.