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Pausa
Yo conocí, en Mercedes, a un grupete muy compacto de cinco amigos jóvenes que habían visto las finales del 86 y del 90 en el mismo lugar: la casa de uno de ellos. Compartieron las cábalas típicas de los sillones, del nerviosismo cortado por el porro, de los abrazos de México y los llantos de Italia.
Los esfuerzos del Nacho por reconciliarse con el Negro y la Aurora Peroti dieron sus frutos ayer a la tarde, después del desastre de la otra noche. Marilú lo llamó por teléfono diciéndole que sus padres querían darle una oportunidad y que lo esperaban en La Recova, los tres. La nena le recomendó ir bien vestido, porque era fundamental que diera una buena impresión. «Bien vestido y puntual», le dijo.
La cena con los Peroti se desarrollaba normalmente. Aburrida. Insípida. Como siempre, el Negro y mi marido nos contaban por enésima vez sus anécdotas de la colimba, cuando eran compañeros en el Regimiento 6 de Infantería.
5 Nov
Antes de haber decidido tan alegremente poner la pizzería y vivir todos juntos, tendríamos que haber aprendido de las enseñanzas del «Gran Hermano». Hace solamente dos días que estamos en esta casa y ya hay grupos, dimes y diretes, camarillas, recelos y caras de orto...