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Pausa
Como empecé a escribir en Internet justo en los tiempos en que empezaron los blogs, durante un montón de tiempo me llamaron bloguero. O blogger. Las dos palabras son horribles, pero en castellano suena peor «bloguero».
Un estudio indica. Otro revela. Otro asegura. En su afán por confundirse con el cambalache de internet, la mala prensa aprovecha el verano para perder el norte.
Está semana quedó demostrado que un mismo suceso puede servir tanto para infamar a los nuevos métodos digitales de la información, como para denostar a los soportes tradicionales.
Los periodistas o escritores que ahora tienen entre treinta y cincuenta años han escrito su primera novela en una Olivetti de carro ancho y la última en un ordenador portátil.
Hace unos cuantos meses me llamó a casa Luis Rull, uno de los organizadores del EBE 2008, para invitarme a dar la charla final, la que cerraría el evento. Como Luis es muy previsor, me llamó en abril o en mayo; hace muchísimos meses. Y posiblemente lo hizo de esta manera, tan anticipada, porque sabe que únicamente digo que sí a las propuestas remotas. Digo que sí a cualquier cosa que me propongan de aquí a seis meses, porque me resulta muy complicado encontrar una excusa creíble.