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Pausa
De repente, de un día para el otro, descubren soluciones simples que hubieran sido fantásticas conocer mucho antes.
«Disculpáme, ¿tenés un minuto para que te proponga un negocio?», solía decirle el hombre, cincuenta y ocho años, muy bien vestido siempre, al mendigo nocturno que dormía a la intemperie, o al delincuente recién salido de la prisión, o al infectado de sida que no daba pie con bola. «Es un minuto, vos escucháme, podés hacer buena guita».
Primero no entendíamos por qué venían tantos amigos del Caio a visitar al Nonno a la pieza, hasta que la Sofi, que duerme en la habitación de al lado, le fue con el cuento al padre, llorando como una magdalena.
El miércoles pasado se nos presentó la disyuntiva: ¿abrimos la pizzería en Semana Santa o nos quedamos panchos en casa, sin trabajar hasta el lunes? Muy devotos no somos, la verdad. Pero trabajadores, menos. Así que nos pasamos la tarde dándole vueltas al tema. Por suerte, a falta de las ideas marquetineras del Nacho, el Nonno tuvo una ocurrencia que nos llenó de clientes el negocio.
Hace dos días que la Sofi empezó con su negocio de la webcam y ya le ingresaron 71,50 dólares en su cuenta del Banco Francés, que es más que lo que cobra mi suegro de jubilación por mes. Si pudiera trabajar más horas haría el doble, pero tenemos que coordinarnos para que use la camarita solamente cuando el Zacarías se va al Club Estudiantes a jugar al bingo.