El licenciado Mastretta lo dio de alta al Caio. ¡Ay, qué alegrón más grande! No era que estuviese loco, sino que estaba alzado. Así que lo invitamos a cenar a casa para agradecerle que le haya devuelto la cordura al nene, después de tantos esfuerzos, y sin querer terminamos haciendo terapia grupal.
Soñar es fácil. No digo hacerse ilusiones, digo acostarse a dormir y que te pasen una película por la cabeza. Yo sueño siempre, no como el Zacarías que dice que no sueña. Para mí que lo que pasa es que no escucha el argumento, porque ronca que parece el fin del mundo.
Qué sueño espantoso tuve anoche. Otra vez soñé que viene el Nacho y me dice: «Mamá, te presento a mi novia», y miro a la chica y soy yo cuando tenía veintiuno.