Cuando aparecen estas informaciones, enseguida las recorto y las pongo en el segundo cajón, que es el cajón donde tengo las pruebas académicas que confirman que tengo razón en casi todo lo que discuto. Por ejemplo el descubrimiento de que el universo es explicable, y que las teorías de la relatividad son compatibles con la física cuántica. Tomá mate.
Todo eso ahora se llama Teoría M, que viene de Magia y de Misterio, y también viene de Maldacena (Juan Martín), que es el apellido del muchacho argentino que dio en la tecla. También me gustó mucho esa noticia de que el porro no sólo que no hace nada malo sino que es relativamente bueno comparado con el wiskhy y con ir a los programas vespertinos de la televisión a dar testimonios. Eso está en un informe de la OMS que escondieron para que la gente no lo sepa nunca. (Sobre todo para que nadie sepa que los programas de la tarde son nocivos).
Otra noticia muy buena es la de unos médicos alemanes que descubrieron que el mejor antídoto contra el colesterol, el estrés y todas esas boludeces que le agarra a la gente, es reírse mucho, puesto que al reír parece que hay unas cosas que segregan algo que va a no sé dónde y se convierten en ejércitos naturales contra todos los males internos. Yo no sé muchas palabras científicas, pero me gusta decir enzimas, y con eso lo arreglo todo.
La abuela de un amigo cuando no le salía la palabra decía «alcanzáme ese fitipaldi». Por lo menos eso me contaba el amigo, aunque un día se apareció y me dijo que no, que lo que la abuela decía no era «fitipaldi», sino «alcanzáme ese piperno», pero fitipaldi es diez veces mejor.
Volviendo al tema, a mí lo que más me gusta es agarrar un gilastrún y explicarle cosas difíciles sobre ciencia, biotecnología o astronomía. Los que ya me conocen se dan cuenta que cada vez que digo enzimas estoy mintiendo. Pero todavía nadie se dio cuenta de que no tengo la menor idea de astronomía, y digo lo que me parece sobre el big-ban, las enanas blancas, y el por qué un telescopio es capaz de sacarle fotos a algo que pasó hace una enorme cantidad de tiempo. En esos temas la palabra que uso mucho es expansión, y últimamente también ando diciendo «delgadas cuerdas invisibles que vibran y tejen el destino», porque lo leí en Clarín.
Esto no es de ahora; ya me gustaba mucho en la primaria, cuando le hacía creer a Cristian Alcón una cantidad de mentiras sobre medicina y los nombres de los huesos. En el fondo, yo sé muy bien que si de chico me hubiera dado la cabeza, me habría encantado ser investigador científico, pero la verdad es que no me creo capaz de responder las tres preguntas fundamentales: a dónde vamos, de dónde venimos y quiénes somos.
Escribir es lo segundo que te queda cuando no te da el marote para descubrir. Escribir (en realidad imaginar, mentir, crear) es una hermosa metáfora permanente de descubrir e investigar. Si yo pongo una mosca en un microscopio no creo que pueda decir de qué murió, pero si te querés dejar engañar, puedo entretenerte un rato contándote cuáles eran los conflictos de la mosca mientras volaba.