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Pausa
Desde que estoy aquí he aprendido a perder las esperanzas sobre algunas de las formas de la felicidad. Por ejemplo, sé que no será mía la felicidad del amor correspondido, ni la felicidad de los millones en el banco, ni la felicidad de pisar la hierba en el parque cuando se me antoje, ni la felicidad de elegir lo que voy a cenar esta noche. (Ay, cómo echo de menos estas formas naturales de la dicha...). Pero hay otras felicidades, pequeñas quizás, menos valoradas por la gente libre, que sí puedo alcanzar cuando quiero. Son cuatro y las voy a explicar.
Desde que el Caio descubrió el nombre completo del Pajabrava, los varones Bertotti empezaron a mirar con otros ojos al noviecito de la Sofi, porque resulta que acá en Mercedes los apellidos son como la cuenta bancaria de la gente, y nunca falla.
De las sesenta veces que tocan el timbre en casa a la mañana, más o menos cuarenta son gente que pide. El resto, gente que vende. A los que venden les hago que no con el dedo desde el vidrio. Y a los que piden los miro bien para ver si son conocidos, y según la cara les abro o les hago que no con la cabeza.
Hoy el Nacho vino a almorzar con una idea salvadora. Dice que si nos vamos a vivir todos a la casa del abuelo Américo, vendemos esta casa y con la ganancia ponemos una pizzería a domicilio, solucionamos todos los problemas laborales.
Según el Zacarías, la idea de la webcam de la Sofi ha sido un tremendo error y no le hizo la menor gracia. Me lo dijo hace un rato, después de que la encontró trabajando y la recontra cagó bien a patadas a mi nena, pobrecita.
Hace dos días que la Sofi empezó con su negocio de la webcam y ya le ingresaron 71,50 dólares en su cuenta del Banco Francés, que es más que lo que cobra mi suegro de jubilación por mes. Si pudiera trabajar más horas haría el doble, pero tenemos que coordinarnos para que use la camarita solamente cuando el Zacarías se va al Club Estudiantes a jugar al bingo.
Entre el Zacarías y yo lo sentamos al Caio a la mesa y le empezamos a preguntar qué pensaba hacer con su vida. Yo hoy estoy media alterada por problemas cotidianos de guita, así que no me fui por las ramas:
—Mirá pendejo —le digo—, o te conseguís un laburo o te mandás a mudar de esta casa, que acá no estamos para mantener vagos.