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Pausa
Conocí a mi hemisferio derecho de pura casualidad, una tarde desesperada del año noventa y nueve.
Hace unas semanas estuve en Barcelona, visitando a mi hija, y vi a siete policías pegándole a un negro que vendía carteras falsas en una manta, en Las Ramblas. El pobre negro vendía carteras justo enfrente de la vidriera de Dolce & Gabbana, donde se vendían las originales. Es muy loco. En la vidriera de Dolce & Gabbana hay carteras chiquititas, de cuero, a ochocientos euros. Y a veinte metros, en la vereda, los inmigrantes marroquíes venden unas idénticas, pero idénticas, a quince euros.
La primera vez que vi a un famoso fue en Mar del Plata. Yo tenía nueve años y ella era Verónica Castro. Estaba cenando en el mismo restaurante que nosotros.
Diecisiete años tendríamos, Chiri y yo, mi mejor amigo y yo. Estábamos en mi pieza de arriba escuchando Pescado Rabioso y suena el teléfono. Atiendo y del otro lado alguien dice un color y un apellido. Y yo me pongo pálido. Tapo el auricular y le digo a Chiri, asustadísimo: —¿Sabés quién llama? El Negro Sánchez está llamando.