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Pausa
Salgo muy poco, pero cuando no queda más remedio me pone muy triste ver los autos en la calle, estacionados. No puedo reconocer a ninguno, no sé de qué marca son, ni de qué país. Antes los autos eran todos distintos, como los humanos. Cuando yo era chico los autos tenían personalidad. Había autos fornidos, prepotentes; los había tímidos y perezosos. Ahora son todos igualitos: redondeados arriba, medio aerodinámicos, y de colores tristes. Antes no.
Hace unos meses recibí un mail de una revista de Bruselas: me querían hacer un reportaje telefónico. Les dije que sí y tuvimos una charla por Skype muy simpática, nunca supe muy bien sobre qué. Después me olvidé de todo hasta hace dos semanas, que me escribieron de nuevo. Ahora me pedían permiso para mandar a un dibujante a casa. Me pareció extraño porque en general mandan fotógrafos, pero les dije que bueno.
Anoche le contaba a la Nina un cuento infantil muy famoso, el Hansel y Gretel de los hermanos Grimm. En el momento más tenebroso de la aventura los niños descubren que unos pájaros se han comido las estratégicas bolitas de pan, un sistema muy simple que los hermanitos habían ideado para regresar a casa. Hansel y Gretel se descubren solos en el bosque, perdidos, y comienza a anochecer. Mi hija me dice, justo en ese punto de clímax narrativo: "No importa. Que lo llamen al papá por el móvil".
Ahí está a veces, al costado de mi cama, con el gesto inseguro, como si no supiera qué hacer. Viste de negro riguroso, como los árbitros de antes. Pero debería hacer algún cambio en la indumentaria, algún toque amarillo. La Muerte no es coqueta, no. Ella viene a lo que viene.
Siempre es bueno pensar que hay alguien que está peor. Es una especie de envidia al revés, lo que significa que no puede ser pecado. La mayoría de la gente amargada se la pasa viendo a los que están mejor: por eso se amargan. Y después están los tontos felices, que se chupan el dedo mientras piensan en los pobrecitos que solamente tienen muñones y nada que chupar. Yo, que la he pasado bastante mal en la vida, no soy muy afecto a la envidia. Los pecados capitales que más me persiguen son la gula, la pereza y la ira, en ese orden. Los demás no.