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Pausa
Entre las variadas reacciones que la opinión pública española experimenta cada vez que la ETA comete un atentado (estupor, hartazgo, impotencia, etcétera), hay una, muy indirecta y quizá frívola, que llama la atención: la mayoría de los españoles se enoja con la prensa británica, se enoja mucho y patalea los días siguientes a cada atentado, a raíz de la forma en que el periodismo inglés informa sobre los hechos en cuestión.
Lo peor que puede pasar en una mesa, cuando el tema es Borges, es que los que conversan empiecen con la cantinela de su posición política y la mar en coche. Hasta los 25 años yo me tomaba el trabajo de discutir sobre el asunto (un día en Chile, incluso, me cagué a palo con uno). Pero desde que maduré, me levanto de la mesa y me voy sin saludar.