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Pausa
Teníamos un juguete y era el más divertido del mundo. No lo habíamos inventado nosotros, pero jugábamos mejor que los inventores. Aceptamos algunas palabras de su idioma original: ful, córner, orsai, pero enseguida lo llenamos de palabras nuestras: sombrero, rabona, pared.
Durante la infancia mi mamá mandaba a mi hermana, solamente a mi hermana, a hacer los mandados al almacén de enfrente. Nunca, jamás, me mandó a mí. Yo empecé a ir al almacén a los trece años, por propia voluntad, a buscar cigarros para mí.
Los problemas más graves de la sociedad, los que son de verdad incontrolables, a veces se solucionan con una creatividad sencilla.
Lo primero que hizo la policía alemana el miércoles, después de levantar los cadáveres de dieciséis personas en el colegio de Winnenden, fue entrar a la habitación del chico Tim Kretschmer y confiscarle la computadora para ver cuáles eran sus videojuegos violentos. No encontraron ninguno: ni el Grand Theft Auto, ni el NARC, ni tampoco el Killer 7.
Entre los muchos juegos de mesa que tenemos aquí para pasar las horas muertas, el que más éxito tiene es la baraja española. Los naipes suelen llevarse muy bien con los locos, desde el principio de los tiempos.
El miedo es un animal dormido que tengo dentro, un animal blanco y desconfiado (parecido a un oso polar) que duerme de día y se despierta de noche. Mi miedo se despierta cuando hay relámpagos en el cielo, o cuando chirría el portón del patio, o cuando la sombra de la ropa mal doblada se refleja en la pared con la forma de mi padre. Su perfil, su mano en alto, su boca abierta.
Cuando tenía diez años, la maestra nos hizo escribir quién era nuestro ídolo, y por qué. Ahora no recuerdo muy bien lo que escribí, ni a quién escogí como ídolo, pero sí recuerdo que casi todos mis compañeros de aula eligieron a su propio padre. Que mi padre esto, que mi padre lo otro... Entonces yo, para mis adentros, me pregunté: «¿Pero cómo es posible que la peña idolatre a un tío que lo único que hace es emborracharse y zurrarte?».