Me da envidia la gente que vive disfrazada. Obispos, reyes, toreros. Están mucho más locos que yo, y por lo general hacen mayor daño, pero nadie los encierra. La gente disfrazada es despreciable porque toda su estirpe viene del payaso, el ser más odioso de la Tierra.
En las fiestas de casamiento yo soy el que se queda solo, sentado a un costado de la mesa, mientras los demás bailan fingiendo que son un trencito. Yo soy ése porque en la vida hay roles que debemos cumplir. Alguien debe ser el borracho que da vergüenza ajena, y alguien tiene que ser la yegua omnipresente con el vestido rojo, y alguien tiene que ser el novio, y alguien tiene que ser la bisabuela que fuma, y alguien tiene que ser un primo que vino desde Boston especialmente a la boda. Yo soy el aburrido de la mesa del fondo. Y no me quejo.