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Pausa
En el año 2005 vino mi papá por primera vez a visitarme a Barcelona. Y lo primero que hice cuando llegó fue llevarlo a ver al Barça. Cuando entré con Roberto al Camp Nou, me sentí, por primera vez, llevándolo a él a la cancha.
Viví quince años en Barcelona. Y tardé un montón en entender a los catalanes. Cuando llegué, en el 2000, su lucha por la independencia me daba risa. No entendía nada de lo que decían.
La noche del veintisiete de diciembre de 2001, una semana después del gran quilombo, ya habíamos tenido cuatro nuevos expresidentes y yo buscaba con desesperación, en Barcelona, un bar con televisión satelital para ver a Racing salir campeón en un país que se estaba cayendo a pedazos.
Estuve casado quince años con una española, y la primera cosa horrible que pasó en la convivencia tuvo lugar una madrugada de junio del año 2002. Yo estaba acostumbrado a mis orígenes argentinos y di por sentado que ella, mi mujer, se iba a despertar a las cinco de la mañana para ver conmigo el Mundial de Japón. Ni en pedo.
Cuando llegué a España, lo primero que quise hacer fue escribir una novela y no me salía nada. Pasaba horas en la pensión con la hoja en blanco. Entonces un día, ya medio muerto de hambre, tuve que ir a buscar trabajo. Me compré los clasificados, llamé a un lugar donde necesitaban un redactor y me contrataron. Fue el trabajo más raro que tuve en toda la vida. Fue, además, mi primer trabajo en España.