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Pausa
Fría mañana de sábado en Mercedes. En la vereda oeste de la casa velatoria Rossi un pequeño grupo de personas fuma en silencio y hace tiempo para entrar. En el interior de la sala hay otros corrillos, otros grupos, que conversan en voz baja de espaldas a un ataúd donde reposa el cadáver de un viejo. Casi todos los concurrentes son personas mayores vestidas de negro. Por eso destacan, junto al féretro, dos niños de cinco años. LUCAS acaba de llegar. En cambio ALEX está allí desde temprano.
Hoy en el hospital toca revisión de los dientes. Es una cosa muy aburrida que ocurre una vez por trimestre y nos obliga a hacer una larga fila por el pasillo y quedarnos allí, parados o sentados, hasta que una enfermera nos llama por nuestro nombre. Casi dos horas de tiempo muerto. No puedo irme, pero tampoco puedo hacer lo que hago siempre, porque estoy esperando. El hombre, cuando está aburrido y en público, actúa diferente que cuando está aburrido y en casa. Por ejemplo, hace círculos en el suelo con la punta del zapato, cosa que no haría jamás si estuviera solo.
En las fiestas de casamiento yo soy el que se queda solo, sentado a un costado de la mesa, mientras los demás bailan fingiendo que son un trencito. Yo soy ése porque en la vida hay roles que debemos cumplir. Alguien debe ser el borracho que da vergüenza ajena, y alguien tiene que ser la yegua omnipresente con el vestido rojo, y alguien tiene que ser el novio, y alguien tiene que ser la bisabuela que fuma, y alguien tiene que ser un primo que vino desde Boston especialmente a la boda. Yo soy el aburrido de la mesa del fondo. Y no me quejo.
El problema no es qué fue primero, si el huevo o la gallina. ¿A quién le importa, si las dos cosas están ricas? El problema es quién descubrió que el huevo se come. O quién fue el visionario que dijo "tomen de esa leche y van a ver qué gustito". ¿Qué hacía alguien chupándole las tetas a una vaca? En la prehistoria, creo yo, la gastronomía y la zoofilia eran ramas de una misma ciencia.