Dos veces a la semana suena el teléfono en casa, o el timbre, y del otro lado aparece un encuestador. Cada vez hay más y se presentan mejor preparados. Con el tiempo, han aprendido a ser inmunes al NO. Saben minimizar las excusas y están por todas partes, mendigando quince minutos de nuestras vidas. Si un día la Tierra padeciera un conflicto químico que aniquilase todo —plantas, animales, gente— seguirían sonando los teléfonos por la mañana. El encuestador es la nueva cucaracha del mundo.
¿Y qué pasa si el viejo sueño revolucionario, comunista y utópico, de un mundo libre de vil metal acabara siendo, qué paradoja, el fin último del capitalismo? ¿Qué pasaría si realmente pudiéramos vivir sin dinero en efectivo, sin billetes ni monedas? Solos con nuestras tarjetas de créditos. ¿Se podría?
Uno de los espectáculos más divertidos que han surgido a raíz de la crisis económica global, es observar los malabares que hacen los países para que sus ciudadanos vuelvan a tirar cosas útiles a la basura.