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Pausa
Una vez publiqué una novela que no recuerdo haber escrito nunca. Después de publicarla hablé por teléfono con mi hermana y me dijo que había llorado leyéndola y que se había reído sin parar, y que era un libro hermoso.
Diecisiete años tendríamos, Chiri y yo, mi mejor amigo y yo. Estábamos en mi pieza de arriba escuchando Pescado Rabioso y suena el teléfono. Atiendo y del otro lado alguien dice un color y un apellido. Y yo me pongo pálido. Tapo el auricular y le digo a Chiri, asustadísimo: —¿Sabés quién llama? El Negro Sánchez está llamando.