Si lees estas líneas es porque hoy cumples trece años y porque yo estoy muerto. Las redacto antes de partir a la batalla, casi sin armas, para enfrentarme a un enemigo superior. Ahora eres un niño de once meses —llevo aquí tu foto— pero mi ahora es tu ayer y no nos sirve. Escribo a trompicones. Las balas pasan tan cerca que es probable que ya tengas trece años. Es buen momento, entonces, para que tengamos una charla de hombre a hombre. Me habría gustado hacerlo en persona, pero ya ves: las cosas nunca son como las deseamos.
Si lees estas líneas es porque hoy cumples trece años y porque yo estoy muerto....
El día que Jürgen Bernd toco el timbre de la casa de Armin Meiwes, la vida social de la humanidad cambió para siempre. Hasta entonces el mundo era una extensión enorme de tierra, llena de gente sola y perdida en sus fobias y deseos, trastornada y única en su soledad. Gente callada, esquiva, chorreando traumas inconfesables. Desde chiquito Armin quería ser caníbal; Jürgen sólo fantaseaba con ser devorado vivo. Jamás hubieran llegado a conocerse en otra época, pero vivían en ésta. El 6 de marzo de 2001 se encontraron en un foro de Internet, y programaron una cita el fin de semana. Para comer(se).
El día que Jürgen Bernd toco el timbre de la casa de Armin Meiwes, la...
La tarde que el alemán Jürgen Brandes tocó el timbre de la casa de Armin Meiwes, la vida social de la humanidad cambió para siempre. ¿Conocen esta historia? Yo se la voy a contar, pasó en 2001.
La tarde que el alemán Jürgen Brandes tocó el timbre de la casa de Armin...
Cuando vivía en países serios con bidet, yo leía mucho en el baño mientras cagaba. En esos tiempos nunca supe si leía porque me venían ganas de cagar, o si cagaba porque me entraban irreprimibles deseos de leer. Posiblemente mi cuerpo, aún en formación, debió aprender a desarrollar ambas urgencias a la vez. El asunto es que yo era feliz cagando y leyendo. Y hubiera seguido así, alegremente por la vida, pero hace cinco años me vine a vivir a España, un país sin bidet, y desde entonces leer literatura se ha convirtido en un suplicio.
Cuando vivía en países serios con bidet, yo leía mucho en el baño mientras cagaba....
A veces me quedo un rato, en la calle, esperando que un albañil se caiga de su andamio. Y si no se cae, me voy puteando al pobre diablo, como si me hubiese fallado, como si el inocente empleado de la construcción me hubiese prometido algo y no lo hubiera cumplido. Es la vieja que llevo dentro la que espera en vano esa caída. No soy yo.
A veces me quedo un rato, en la calle, esperando que un albañil se caiga...