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Pausa
En 2003 yo escribía mi primera novela por Internet, de forma anónima, disfrazado de una ama de casa mercedina que se llamaba Mirta. Nadie sabía que el que escribía era yo. Para hacerlo más ambiguo todavía, le abrí a Mirta un correo electrónico.
La broma que le hicimos al Colo se llama «la estrategia del banderín» y siempre salía perfecta, yo no sé por qué esta vez salió mal. Es una broma muy simple: solamente es necesario que la víctima viva en un departamento. La broma requiere de dos elementos nada más: un banderín del equipo de la víctima y un petardo.
Los países que tienen la desgracia de pasar diciembre y enero entre bufandas y estornudos celebran la Navidad sin ganas, como si el festejo fuese una tortura que hay que soportar una vez cada doce meses. Como los chequeos médicos, como las declaraciones juradas.
La noche del veintisiete de diciembre de 2001, una semana después del gran quilombo, ya habíamos tenido cuatro nuevos expresidentes y yo buscaba con desesperación, en Barcelona, un bar con televisión satelital para ver a Racing salir campeón en un país que se estaba cayendo a pedazos.
Solamente puedo escribir cuando se me antoja. No tengo eso que se llama el oficio. Para peor, se me antojan pocos temas: mi hija, los cambios en la sociedad, el fútbol, la hipocresía en las relaciones y la exageración de un tiempo anterior o un sitio querido. En doce años de archivos no encontrarán más que variaciones sobre esos tópicos. También verán, si navegan un poco, un par de baches de silencio en el blog. Estoy en medio de uno.