Según aparece esta semana en la prensa, la pregunta más buscada en Google, con más de sesenta y ocho millones de resultados, es «cómo se hace el amor».
Un estudio indica. Otro revela. Otro asegura. En su afán por confundirse con el cambalache de internet, la mala prensa aprovecha el verano para perder el norte.
Malos tiempos para la prensa tradicional del mundo entero. Se acaba el año y los datos son los peores en décadas: el New York Times anunció cien despidos en octubre, Time Warner despidió a quinientos trabajadores de sus revistas un mes más tarde, la BBC recortó sueldos y puestos directivos, hubo otros cien despidos en la editora de The Guardian, mientras que aquí, en España, la editorial que imprime revistas como Marie Claire, Cosmopolitan, Muy Interesante o Mía recortó noventa y tres puestos de trabajo hace unos días.
Nos avergonzó mucho saber, estos días, que la contraseña que más usamos los seres humanos para resguardar nuestros correos es «123456».
Aquí, en España, el negocio del fútbol también genera divisiones políticas, debates, llamadas de trasnoche y comisiones millonarias. En este momento, mientras escribo, se están repartiendo la torta del mismo modo que en Argentina.
¿En qué se parece Racing a Pinochet? En que los dos llevan gente a los estadios para torturarla. Esto, técnicamente, es un chiste. Pero hay veces en que el humor resulta refrescante para un grupo, pero ofensivo y doloroso para otro.
Los periodistas o escritores que ahora tienen entre treinta y cincuenta años han escrito su primera novela en una Olivetti de carro ancho y la última en un ordenador portátil.
Cada vez con más fuerza comienza a circular la nueva moneda de curso legal, el prestigio.
Se está librando en el mundo entero una batalla silenciosa, de algún modo inútil, de algún modo también histórica, sobre el futuro de los contenidos en internet.
«¡Millones de personas lo han visto en YouTube!», dice alguien, y todos giramos la cabeza para mirar. Las nuevas noticias de estos tiempos se miden en «millones de reproducciones».