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Pausa
Hace unos cuantos meses me llamó a casa Luis Rull, uno de los organizadores del EBE 2008, para invitarme a dar la charla final, la que cerraría el evento. Como Luis es muy previsor, me llamó en abril o en mayo; hace muchísimos meses. Y posiblemente lo hizo de esta manera, tan anticipada, porque sabe que únicamente digo que sí a las propuestas remotas. Digo que sí a cualquier cosa que me propongan de aquí a seis meses, porque me resulta muy complicado encontrar una excusa creíble.
Como empecé a escribir en Internet justo en los tiempos en que empezaron los blogs, durante un montón de tiempo me llamaron bloguero. O blogger. Las dos palabras son horribles, pero en castellano suena peor «bloguero».
Yo soy cuaternófilo, la palabra la inventé yo. Me gustan los cuadernos, quiero decir. Soy uno de esos tipos que entran a una papelería a comprar sobres y en lugar de eso se quedan una hora y media mirando cuadernos mientras se les cae la baba en el mostrador.
Los periodistas (y los escritores, claro) que ahora tienen entre cuarenta y cincuenta años escribieron su primera historia en una máquina de escribir Olivetti, y la última historia la redactaron en una computadora portátil, o incluso en una tablet. Yo pertenezco a esa generación.
A los doce o trece años yo estaba tan obsesionado con escribir, con ser escritor, que mi viejo habló con un amigo que dirigía un diario en Mercedes y le pidió por favor que me diera trabajo para que yo no rompiera los huevos.